Hay gatos sueltos por mi barrio, este que estoy a punto ya de abandonar. Hay gente que les echa de comer y, eso sí, se ocupan de cazar a las gatas y esterilizarlas, para evitar plagas de felinos. Son graciosos, juguetones, egoístas y uno acaba cogiéndoles cierto cariño. Pero también son unos trastos y dan muchos problemas. Escarban por todos lados, si te descuidas se te meten por la ventana, se meten en problemas y, lo peor de todo, como son tan andorreros, no es raro que acabe algún coche atropellándoles a la misma puerta de tu casa, y eso es un disgusto.
         Tengo en esta casa garaje y la puerta del paso de carruajes es una de dos hojas, de barrotes, que se abre con mando a distancia y se cierra al cabo de varios segundos de forma automática. Hace un rato he ido a salir y he visto que la puerta había atrapado a la gata blanca, una de las dos gatas (hermanas) que, desde hará tres o cuatro años, medio se han instalado en mi jardín. El pobre bicho mallaba muy asustado y supongo que de dolor.
         Yo, en vez de ir a buscar la llave o el mando, no he tenido mejor ocurrencia que ir y tirar de la puerta, a ver si cedía un poco y liberaba a la gata. Como no ha cedido, he hecho más fuerza y he soltado por fin al animal… a cambio de desencajar uno de los goznes de la puerta. No es que sea ningún hércules, sino que supongo que cada vez hacen las cosas peor y más endebles.
         La gata ha salido pitando y no la he vuelto a ver, espero que la puerta no la haya reventado por dentro. Yo me he quedado con una puerta rota, en vísperas de mudanza. Y, como siempre, no sé si esto tendrá alguna moraleja, aunque lo cierto es que lo dudo mucho.