Releía lo escrito y caí en la cuenta que, por lo dicho acerca de los personajes del Palacio de la Luna, soy tan vago que ni siquiera soy capaz de irme a la estantería y sacar el libro, para consultar el fragmento en cuestión. No es eso.

            Dicen los argentinos que hay dos clases de idiotas, los que prestan libros y los que los devuelven*. Pues yo diría que eso se puede matizar. Hay unos que prestan libros, y que son los listos, que prestan los peores con la esperanza de que así les libren de ellos sin necesidad de tirarlos. Luego estamos, efectivamente, los idiotas, que prestamos nuestros buenos libros, con lo cual –dado que nos devuelven una fracción- vamos haciendo una selección negativa de nuestra biblioteca, empobreciéndola de aquellos títulos que consideramos los mejores.

            Yo, personalmente, no escarmiento, pero qué le vamos a hacer. Cuando cae en tus manos un libro con el que disfrutas, acabas queriendo que otros los lean y, a la postre, es inevitable acabar prestándolos a los amigos. Así llevo ya, de algún libro, comprado dos y hasta tres ejemplares. No aprenderé. Además, ya es tarde para cambiar.

 

 

* Nota. Lo de que los argentinos dicen eso es porque siempre he oído decirlo así de labios de otros. «Dicen los argentinos que…». Hay media docena de dichos circulando que, por alguna razón, se atribuye a los argentinos, aunque yo no tengo constancia de que sea cierto eso. Tampoco de que sea falso, claro.