Novela histórica

Balbo de León Arsenal

LOS MALOS AÑOS

2007

 

Don Pedro I es todo un icono histórico. Encarna toda una época de la corona de Castilla, en una época en la que era la gran potencia peninsular: la corona más extensa y la más poblada, con el casi 70% de la población. Su derrota en la guerra civil contra su hermano Enrique supuso un golpe a la modernización de Castilla –entiéndase modernización en el sentido histórico del término- y la hizo retroceder de forma brutal al feudalismo y las banderías.

Es además un personaje de tragedia. Su infancia, su periplo vital, sus amores, su final trágico le convierten en un personaje más del mito que de la realidad. La tradición popular fue sensible a esas circunstancias y respondió dando a luz a gran número de leyendas y romances asociados a su figura y andanzas. La literatura contemporánea en cambio no parece haber sido capaz de dar réplica a todo eso, ni en cantidad de producción ni en calidad media.

Pero tengo que reconocer que nada de todo eso me movió a la hora de lanzarme a escribir una novela sobre don Pedro. Lo que me sedujo fue el contexto. La situación histórica, los avatares, el repertorio humano que intervino en los turbulentos sucesos que marcaron el reinado del último vástago de la dinastía de Borgoña castellana.

Lo que asoma a las crónicas del canciller de Ayala, a las de Frosissart, son unos años turbulentos y feroces, unos personajes enloquecidos y desatados. Luchas ciegas por migajas de poder, odios tremendos, traición constante, mudanzas de bando, ambiciones desmedidas de hombres que, aunque lo tenían todo, eran capaces de arriesgar ese todo e incluso la cabeza, para sumar un poco más a lo que ya tenían.

Sí. Reconozco que quedé prendado por el escenario y los actores. Ese retablo humano y sus motivos podrían resultarnos a simple vista incomprensibles. Podríamos creer que somos ajenos a esas pugnas enloquecidas. Son gentes a la sombra de la Peste Negra que borró a cerca de la mitad de la población. Vecinos siempre a la muerte, inoculados por las ansias de más poder. Una ponzoña que los arrastraba a toda clase de guerras, traiciones, revueltas.

Los malos años se desarrolla durante los primeros años del reinado de don Pedro. Su eje es la guerra civil que se desató a raíz de que el rey abandonase a su esposa doña Blanca de Borbón solo tres días después de sus bodas en Valladolid. Así que, antes de que nadie pregunte si tengo continuación en la cabeza, la respuesta es sí. Fue así planeado desde el principio: relatar en x libros el reinado de Pedro I, hasta su final sangriento. Habría una segunda novela con la «guerra de los dos Pedros» como núcleo y una tercera con el conflicto fratricida con Enrique. Tres guerras, tres novelas.

En cuanto a la intrahistoria del libro, decir que supuso un esfuerzo tremendo de documentación. Es una época sobre la que existe información en abundancia. Es por tanto fácil meter un gazapo al pasar por alto algo que está documentado. Por fortuna, contamos con muchas y muy excelentes monografías sobre aspectos concretos de don Pedro y su época, por desgracia no siempre fáciles de encontrar.

Aunque a veces hay que elegir. Por ejemplo un «cazador de gazapos» me recriminaba que las cruces de la orden de Calatrava que lucían sus caballeros en mi novela fueran negras, cuando en realidad son rojas. Eso es cierto, son rojas. Pero adoptaron ese color en el cambio del siglo XIV al XV. Durante largo tiempo traté de averiguar de qué color eran antes de eso. Incluso consulté con amigos expertos en heráldica y relacionados con las órdenes militares. Nos fue imposible averiguarlo.

Opté por la florlisada negra por una razón. Porque esa cruz lució durante siglos la orden valenciana de Montesa. Y dado que nació como espejo en la corona de Aragón de la castellana de Calatrava no me pareció ilógico –a falta de datos- pensar que esa hubiese sido la de esta segunda orden.

Pero es solo un detalle. Una anécdota de muchos. En lo creativo estoy satisfecho. La considero una de mis novelas más complejas. Es una narración coral en la que don Pedro es solo uno de los personajes centrales. La historia nos ha legado demasiados personajes apetitosos para un escritor y no iba a ser capaz de desaprovecharlos. Y sobre todo el gran protagonista es toda una sociedad, una época. Las que surgieron tras el desastre de la primera epidemia de Peste Negra. Un mundo crepuscular, único. Todo un bocado exquisito para un autor de novelas históricas.

Encarna toda una época de la corona de Castilla, en una época en la que era la gran potencia peninsular: la corona más extensa y la más poblada, con el casi 70% de la población. Su derrota en la guerra civil contra su hermano Enrique supuso un golpe a la modernización de Castilla –entiéndase modernización en el sentido histórico del término- y la hizo retroceder de forma brutal al feudalismo y las banderías.

Es además un personaje de tragedia. Su infancia, su periplo vital, sus amores, su final trágico le convierten en un personaje más del mito que de la realidad. La tradición popular fue sensible a esas circunstancias y respondió dando a luz a gran número de leyendas y romances asociados a su figura y andanzas. La literatura contemporánea en cambio no parece haber sido capaz de dar réplica a todo eso, ni en cantidad de producción ni en calidad media.

Pero tengo que reconocer que nada de todo eso me movió a la hora de lanzarme a escribir una novela sobre don Pedro. Lo que me sedujo fue el contexto. La situación histórica, los avatares, el repertorio humano que intervino en los turbulentos sucesos que marcaron el reinado del último vástago de la dinastía de Borgoña castellana.

Lo que asoma a las crónicas del canciller de Ayala, a las de Frosissart, son unos años turbulentos y feroces, unos personajes enloquecidos y desatados. Luchas ciegas por migajas de poder, odios tremendos, traición constante, mudanzas de bando, ambiciones desmedidas de hombres que, aunque lo tenían todo, eran capaces de arriesgar ese todo e incluso la cabeza, para sumar un poco más a lo que ya tenían.

Sí. Reconozco que quedé prendado por el escenario y los actores. Ese retablo humano y sus motivos podrían resultarnos a simple vista incomprensibles. Podríamos creer que somos ajenos a esas pugnas enloquecidas. Son gentes a la sombra de la Peste Negra que borró a cerca de la mitad de la población. Vecinos siempre a la muerte, inoculados por las ansias de más poder. Una ponzoña que los arrastraba a toda clase de guerras, traiciones, revueltas.

Los malos años se desarrolla durante los primeros años del reinado de don Pedro. Su eje es la guerra civil que se desató a raíz de que el rey abandonase a su esposa doña Blanca de Borbón solo tres días después de sus bodas en Valladolid. Así que, antes de que nadie pregunte si tengo continuación en la cabeza, la respuesta es sí. Fue así planeado desde el principio: relatar en x libros el reinado de Pedro I, hasta su final sangriento. Habría una segunda novela con la «guerra de los dos Pedros» como núcleo y una tercera con el conflicto fratricida con Enrique. Tres guerras, tres novelas.

En cuanto a la intrahistoria del libro, decir que supuso un esfuerzo tremendo de documentación. Es una época sobre la que existe información en abundancia. Es por tanto fácil meter un gazapo al pasar por alto algo que está documentado. Por fortuna, contamos con muchas y muy excelentes monografías sobre aspectos concretos de don Pedro y su época, por desgracia no siempre fáciles de encontrar.

Aunque a veces hay que elegir. Por ejemplo un «cazador de gazapos» me recriminaba que las cruces de la orden de Calatrava que lucían sus caballeros en mi novela fueran negras, cuando en realidad son rojas. Eso es cierto, son rojas. Pero adoptaron ese color en el cambio del siglo XIV al XV. Durante largo tiempo traté de averiguar de qué color eran antes de eso. Incluso consulté con amigos expertos en heráldica y relacionados con las órdenes militares. Nos fue imposible averiguarlo.

Opté por la florlisada negra por una razón. Porque esa cruz lució durante siglos la orden valenciana de Montesa. Y dado que nació como espejo en la corona de Aragón de la castellana de Calatrava no me pareció ilógico –a falta de datos- pensar que esa hubiese sido la de esta segunda orden.

Pero es solo un detalle. Una anécdota de muchos. En lo creativo estoy satisfecho. La considero una de mis novelas más complejas. Es una narración coral en la que don Pedro es solo uno de los personajes centrales. La historia nos ha legado demasiados personajes apetitosos para un escritor y no iba a ser capaz de desaprovecharlos. Y sobre todo el gran protagonista es toda una sociedad, una época. Las que surgieron tras el desastre de la primera epidemia de Peste Negra. Un mundo crepuscular, único. Todo un bocado exquisito para un autor de novelas históricas.

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