Me comentaba el otro día un editor que, con el vuelco social y económico que ha causado la pandemia en España, Amazon podría estar moviendo ya alrededor del 40% de los libros en España. No sé cuán fiable pueda ser tal dato, pero, desde luego, de rondar la realidad, la suma de las grandes plataformas (Amazon, Casa del Libro, Corte Inglés, etc.) deben ocupar —solo con sus ventas por Internet— la mayor parte del mercado del libro español.

Las ventas por Internet. Ese es el hecho diferencial en estos días. Porque, ya en el año 2016, diez empresas concentraban el 60% de las ventas de libros en España y, en esa época, no se había producido la escalada tan espectacular de Amazon (que solo vende por Internet). Aunque, como es lógico, parte del crecimiento de esta última ha sido a costa de aquellas otras grandes, otra parte ha sido a costa de las librerías tradicionales. Y a esto hemos de sumar el trasvase enorme que ha habido desde la compra presencial de libros —físicos y electrónicos— a la online. Las ventas por Internet.

Todo cambia con suma rapidez

En estos últimos meses, en lo que a lo remoto se refiere —desde teletrabajo a compras—, hemos dado, en 5 meses, un salto de 5 años hacia el futuro. Los porcentajes que se preveían para 2025 ya los hemos alcanzado. Confinados, millones de españoles se han visto impelidos a comprar toda clase de productos por Internet. Y se han acostumbrado a ello. Es de prever que un porcentaje considerable de tales consumidores ni han vuelto ni volverán a la compra en establecimientos físicos tradicionales. Un fenómeno que, en el caso de las librerías, se agrava por el miedo de parte de la población, a entrar en lugares cerrados y estrechos, como son justamente muchas librerías tradicionales.

Pero no voy a entrar en los apuros que están pasando esas librerías, ni en las consecuencias que puede tener la concentración de casi todo el mercado en unas pocas empresas. Sí en algo que no he visto reflejado en ningún artículo; lo cual no quiere decir que nadie haya escrito sobre el asunto, sino que yo no he llegado a él. Porque la sobreabundancia de información tiene ese efecto paradójico: que a veces no logremos acceder a lo que más nos interesa.

Verán. Una ventaja competitiva de las plataformas, respecto a las librerías tradicionales, está en el catálogo. Las librerías disponen de su espacio físico —sus metros cuadrados de superficie— y, en tal espacio, albergan los libros que pueden. En cambio, las plataformas cuentan con almacenes enormes y, por tanto, con fondos editoriales gigantescos. Es verdad que las librerías tradicionales pueden encargar libros a petición de un cliente. Pero no es menos cierto es que ese proceso es de días, en tanto que las plataformas lo sirven con rapidez. Y eso, en una época en la que la inmediatez se valora sobremanera, es una ventaja difícil de contrarrestar.

El retorno del fondo

Ocurre además que ya no quedan casi librerías físicas de fondo. Antes sí. Recuerdo que, siendo adolescente, acudía a la Casa del Libro en la Gran Vía, a repasar estantes en los que encontrabas libros a veces editados décadas atrás. Ahí estaban, esperando al comprador rezagado. Ahora, la novedad manda en las librerías físicas.

Y el fondo está en las plataformas, a disposición inmediata del comprador. Libros raros, libros minoritarios, libros editados hace años y de los que aún quedan ejemplares…

A lo que voy con todo esto es que esos libros de fondo (más de un millón de títulos tiene Amazon, según su publicidad) compiten en las plataformas con las novedades. Antes, deambulaba uno por entre las mesas de novedad y se producía mucha compra compulsiva. Veías un libro que te resultaba interesante, o del que te habían hablado bien, y sentías la necesidad de adquirirlo —si no en ese momento, en un plazo razonable—, temeroso de luego no poder encontrarlo. Porque nos habíamos acostumbrado a que muchos libros recalasen en las mesas de novedad, a veces de manera efímera, para después alojarse un tiempo en los estantes y, de ahí, pasar a la no-presencia en librerías.

La venganza de los libros otrora fugaces

Ahora no. Ahora los libros están ahí, en las plataformas, a un clic, mientras haya existencias. Por tanto, las compras se dispersan no solo por culpa de la enorme cantidad de títulos a disposición, sino también porque esa disponibilidad se alarga de manera indefinida. Las tácticas de inundar con lanzamientos estrella, como una marea que sumerge las mesas de novedad, para luego retroceder, de forma que, al cabo de un par de años, ese título ya no está en ningún lado —a veces, ni siquiera en la memoria de los lectores—, no resultan posibles en las plataformas.

Imagino que los editores serán conscientes de tal circunstancia y estarán desarrollando nuevas estrategias —digo yo, vamos—, pero mi comentario se dirige sobre todo a los compañeros escritores. Ha vuelto el fondo, debemos ser conscientes de ello y obrar en consecuencia. Somos muchos los profesionales —de los de las clases medias de la literatura— que aplicamos, desde hace años, una fórmula mixta. Confiar primero los nuevos títulos a las editoriales y, cuando el libro ha seguido su ciclo comercial en ese circuito, y el contrato prescribe, explotarlo por nuestra cuenta, sobre todo en Amazon.

Tenemos que tener en cuenta este factor del fondo, que lo está mediatizando todo. Hemos que cuidar nuestro propio catálogo. Cuidarlo, de entrada, desde un aspecto formal. Da congoja ver a autores que publican en pesos pesados editoriales y que cuelgan, en plataformas, sus títulos libres ya de contrato, con portadas ratoneras, de imágenes cogidas en cualquier lado y rotulación de cualquier manera.

Pero, además, tenemos que estar moviendo de continuo el catálogo. Catálogo que podemos tener disponible, y que podemos monetizar. Pero, para lograr lo segundo, tenemos que trabajárnoslo. Hay que hacer sonar nuestros libros, como música de fondo, una y otra vez. Las Redes Sociales son un cauce, pero no son el único. Cada uno de nosotros tendrá que elaborar su propia estrategia. Yo, por supuesto, tengo la mía. ¿Qué cuál es? Ah, amigos, eso ya es la parte que me guardo solo para mí.