Ven, muerte, tan escondida
que no te sienta conmigo,
porqu’el gozo de contigo
no me torne a dar vida.
 
    Ven como rayo que hiere,
que hasta que ha herido
no se siente su ruido,
por mejor hirir do quiere.
Assí sea tu venida;
si no desde aquí me obligo
qu’el gozo que havré contigo
me dará de nuevo vida.
 

Comendador Escrivá (1475-1525)