El padre de un amigo fue militante del PSOE en los tiempos duros. Aún lo es, y quizá sean tiempos duros también para los que creen en ciertas ideas. Pero aquellos tiempos duros a los que me refiero eran los de Franco. Este hombre podría contar muchas cosas interesantes, ahora que se habla tanto de recuperar memorias históricas. Pero los que tienen ciertas cosas que contar pasan un poco del tema y, a otros, no les apetece demasiado que quede registro de ellas, así que supongo que se perderán muchas memorias.

            Este hombre nos podría contar, por ejemplo, eso de que, cada vez que el PSOE trataba de coordinar acciones con el PCE, y se reunían delegados clandestinos de uno y otro partido, al poco, la policía franquista detenía a esos delegados socialistas. Una y otra vez. ¿Casualidad o seguía la vieja política de que mejor rey de un corral que compartir una gran dehesa? Supongo que investigar eso resultaría muy incómodo.

            Pero no es la historia que quería contar. Este hombre, como muchos, pasó varias veces por la cárcel. Él parece no darle mucha importancia. Algo que le honra en un país donde ciertos individuos, que pasaron algunas detenciones puntuales, luego han hablado de haber estado en la cárcel del régimen franquista para legitimarse ante los que les acusaban de corruptos.

            El caso es que este hombre no le temía mucho a esas estancias de horas en comisaría. Eso no era peligroso. La historia que voy a contar se refiere a que, lo que verdaderamente le daba miedo era a subir solo al tren. Subir solo al tren. Puede que uno se quede atónito al oír esa frase. Pero, por lo visto, hubo unos cuantos enemigos del régimen que, viajando en tren, se tiraron o cayeron de los vagones en marcha y acabaron bajo las ruedas. Ahí hay toda una historia… que me temo que tampoco se contará jamás.